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La condena de Cromañón

 

La condena de Cromañón

Una sentencia con 194 testigos

 

El próximo miércoles se dará a conocer la sentencia por la masacre de Cromañón. Se llegará, así, a una instancia que, en lo formal, implica adjudicar penas a los responsables. Más allá de lo que sostenga la Justicia, seguirá la movilización social para condenar a los que quedaron fuera de este juicio y para seguir luchando por un país sin más cromañones.

 

Cuando este miércoles 19 se dicte la sentencia por Cromañón, ya nadie tendrá excusas formales para seguir nombrando como “tragedia” a lo que fue una masacre. Éstas, a diferencias de las primeras, tienen responsables de carne y hueso. Y, en este caso, algunos de ellos estarán en el banquillo de los acusados.

 

Un año atrás, el 19 de agosto de 2008, comenzaba este juicio oral y público que concluye ésta semana con el principal responsable -es necesario destacarlo- mirando el proceso desde afuera: el ex Jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra fue sobreseído sin siquiera ser citado a declarar.

La sentencia marcará, qué duda cabe, un aspecto central en el reclamo de Justicia que iniciaron familiares, amigos y sobrevivientes de Cromañón, apenas unas horas después de aquel 30 de diciembre de 2004. Sin embargo, la lucha del movimiento Cromañón excede largamente el proceso judicial, para sitiarse ya en otro ámbito: el espacio público. Es ahí, donde se gestó, donde continuará esta lucha que no finaliza con el fallo judicial.

 

Es exactamente por esa razón que el movimiento Cromañón adquiere una singular importancia: demonizados por los medios masivos de comunicación, que tildaron a los padres de “violentos”; por los progresistas, que los señalaron como “funcionales a la derecha”; y condenados por muchos, que les propinaron una indiferencia descalificadora, ellos continuaron adelante marcando un camino poco transitado: el dolor transformado en lucha y ésta, en esperanza.

 

Es por ellos, en una gigantesca proporción, que fue posible sentar como acusados a buena parte de los implicados en la masacre. Y como si esto ya no fuera demasiado, no han dejado de movilizarse mes a mes, produciendo 55 comunicados de una lucidez apabullante; constituyendo una murga, “Los que nunca callarán”; una muestra de fotos itinerante; un ciclo de charlas y conferencias; un santuario, levantado con igual empeño que dolor; una articulación que reúne a los distintos grupos; cientos de encuentros, un movimiento contra la impunidad que los aglutinó con otras luchas; entre otras varias acciones.

 

Pasaron más de dolor, de impunidad, de lucha, de movilizaciones, de resistencia, de injusticia. 55 meses en los que quedaron desnudos el progresismo barato, la izquierda paleozoica, la derecha repugnante y la alarmante indiferencia social.

 

Todo esto, y mucho más, en este tiempo en que Cromañón se convirtió en un adjetivo para calificar, mejor que ningún otro, las miles de situaciones latentes donde la vida  corre riesgo frente a la más absoluta complicidad institucional. La República de Cromañón, ese país visible pero invisibilizado (y no sólo por el humo) sigue latente y silenciado hasta que una nueva masacre lo saque a la luz.

 

Es probable que la sentencia del Tribunal Oral Criminal Nº 24, integrado por María Cecilia Maiza, Marcelo Alvero y Raúl Llanos, contra los quince imputados, no tenga el calibre que se éstos se merecen. La Justicia, hace rato en éste país, no suele acompañar la lucha de los movimientos sociales.

 

Omar Chabán, que no es el único responsable de la masacre de Cromañón, pero sí uno de los principales, escuchará la condena y se irá a su casa. Salvo alguna modificación de último momento, el ex gerenciador del boliche, tendrá tiempo para presentar una y varias apelaciones hasta que la sentencia quede “firme”.

 

Cuando Cromañón ardía y varios pibes daban, literalmente, la vida  para salvar a otros, Chabán eligió por escapar por la puerta de atrás, también literalmente, no sin antes recoger el dinero recaudado. ¿Quién se hará cargo si vuelve a fugarse?

 

Palabras de su abogado: “Chabán nunca se fugó. Estaba solo, reflexionando, incluso la posibilidad de suicidarse”. Más de su entorno luego de la masacre: “estaba aturdido”. ¿No estaban aturdidos los pibes que entraban y entraban a sacar más chicos y que a veces entraban y no salían?

 

El fallo del próximo miércoles dará razón a todos los que en este tiempo afirmamos hasta la afonía que Cromañón fue una masacre y, como tal, tiene culpables.

 

La acusación más grave que recibirán los quince implicados será la foto de los 194 pibes asesinados. Y esas caras, esos rostros adolescentes, rebeldes, espontáneos, frescos; tienen la particularidad de que, al verlos, sea casi imposible no dimensionar todo lo que Cromañón mató.

 

¿Mirarán los jueces esas fotos? ¿La mirarán los imputados? ¿Cuántos son capaces de aguantar esas miradas?

 

Este 19 de agosto estas preguntas comenzarán a tener respuesta.

 

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