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SOS Caballito denuncia

30.4.2015

Son permanentes las acciones de atropello de la especulación inmobiliaria montada en su irrefrenable ambición tanto como sobre la imposibilidad manifiesta del Gobierno de la Ciudad para diferenciar los negocios de la industria de la construcción de las necesidades de planificar para mejorar la calidad de vida en los barrios, y en la "vista gorda” que suele haber ante edificaciones ilegales.

Ahora tenemos un nuevo caso que une las tres cuestiones: la Dirección General de Interpretación Urbanística (DGIUR) de la Ciudad aprobó la construcción de un edificio de más de 70m de altura sobre el predio del Club Italiano, de Av. Rivadavia y Campichuelo, catalogado como patrimonial.

Los vecinos rechazamos esa mole, en ese lugar y sobre ese club. Las razones son muchas, pero acá comentaremos algunas: Caballito tiene una densidad poblacional que supera los 28.000 habitantes/Km2, duplicando la de la Ciudad de Buenos Aires. Y es uno de los barrios donde más se ha edificado, alcanzando a más de 3.000.000 de m2 de obras construidas en los últimos años. Y sufre un nudo de tránsito casi permanente que hace que cruzarlo en cualquier sentido signifique no menos de 20 minutos para recorrer 20 cuadras, en auto o colectivo.

Y en este barrio, una de las zonas más pobladas es, precisamente, la que rodea al Club Italiano. Hagamos un recorte en el sector ubicado entre Av. La Plata, Av. J. B. Alberdi, Av. J. M. Moreno, Av. Acoyte, Avellaneda y Río de Janeiro: ¿Cuántas personas viven, transitan, trabajan cotidianamente allí? ¿Cuántos edificios ocupan ese espacio? ¿Cuántos vehículos atraviesan y estacionan a diario en el lugar?

En ese lugar reconocido como caótico, en vez de trabajar sobre alguna forma de mitigación, encima de un edificio patrimonial se aprueba la construcción de un edificio de vivienda multifamiliar que se convertiría en uno de los más altos del barrio, por lo tanto en un nuevo concentrador de grandes cantidades de personas y tránsito. Así, podríamos agregar muchas otras cuestiones, quizás no tan a la vista como las señaladas, para oponerse a este mastodonte.

Esta situación, que nos acerca tristemente a la película Luna de Avellaneda, también lleva a algunas preguntas sobre la tan de moda “Ciudad que queremos”: el Club Italiano es una de las instituciones características del barrio, su edificio también, ¿acaso sus socios son capaces de mutar la esencia de esta Institución Social, Cultural y Deportiva, convirtiéndola en un negocio inmobiliario?; ¿acaso no es posible una solución al problema económico que dice sufrir el Club sin necesidad de liquidar definitivamente (no podemos olvidar aquel armonioso frente que tuvo sobre la Av. Rivadavia) el patrimonio construido, propio y de la Ciudad?; ¿puede la DGIUR acompañar esas decisiones “anti urbanísticas”?.

El derecho a la propiedad privada existe, pero su límite está en el beneficio general, que no debe rendirse ante un gran negocio para pocos.

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