Entrevista a Abril Acuña, militante estudiantil
23.12.2017
Leonardo Marcote
“Es difícil tener miedo cuando estás con compañeros y compañeras que están organizados”, dice Abril Acuña, estudiante de tercer año de la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en alusión a las intimidaciones policiales que sufren a diario los y las estudiantes de las secundarias de la Ciudad de Buenos Aires. “Yo no tengo miedo porque soy consciente de los riesgos que lleva cada cosa, cada acción que nos propongamos. Y -frente a esa consciencia- de lo que podría llegar a pasar, si vos tenés cuidados, si un colectivo de personas es consciente de esas cosas y se cuida para que esas cosas no te pasen, no te da miedo. Todo lo contrario, te prepara para resolver los problemas.”
Abril tiene 16 años y vive junto a su familia en el barrio de La Boca. Estudia y milita en el Centro de Estudiantes de su colegio. También participa en la FM Riachuelo, donde conduce el programa Cómplices del Sur, que sale en vivo los martes de 19 a 20. “Soy medio vergonzosa, pero de a poco me fui acostumbrando a salir al aire y cada vez me suelto mas”, comenta mientras nos acomodamos en un bar de la calle Defensa, en San Telmo, para comenzar la entrevista.
Abril viene de un festival que se organizó en su colegio al cumplirse un año del ataque que un mes después causó la muerte de Natalia Grebenshikova, de 15 años, y Nuria Couto, de 18, una estudiante y la segunda graduada del Colegio Manuel Belgrano.
El 11 de octubre de 2016, Mariano Bonetto acuchillo a las dos adolescentes en la Plaza Irala, a tres cuadras del colegio. Luego de permanecer internadas en el Hospital Argerich, las dos fallecieron.
Para Abril el ataque contra sus compañeras no fue casual. “Eligió atacarlas porque eran dos pibas flaquitas, chiquitas, tímidas, que no iban a mostrar una resistencia frente a ese ataque. Las apuñaló, y al poco tiempo murieron. Frente a esa situación la respuesta de los directivos de la escuela fue: ‘No vayan más a la Irala’. Como si eso fuera a solucionar el problema. La bronca por el asesinato de estas dos compañeras también te hace olvidar el miedo…”. Dicho esto, se toma unos segundos para pensar y cerrar la idea con la que comenzó la charla: “La injusticia te pone pilas para salir a la calle y el miedo pasa a un segundo plano.”
En el 2017 los y las estudiantes secundarios de la Ciudad de Buenos Aires lograron consolidarse como uno de los movimientos más combativos del campo popular en la lucha por la educación pública.
Con movilizaciones importantes para el Movimientos Estudiantil, como ocurrió la tarde del 6 de septiembre cuándo se concentraron más de 3.000 mil secundarios para marchar desde el Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación de la Nación, hasta el Ministerio de Educación de la Ciudad. En ese momento, doce colegios estaban siendo tomados; a fines de ese mes fueron 31 y los estudiantes secundarios se convirtieron en el centro de atención de los medios de comunicación masivos por la organización que demostraron en las tomas, el activismo en las calles, y por el nivel discursivo que mantuvieron en varias entrevistas, dejando en ridículo a más de un periodista que intento desmerecer sus reclamos con el simple argumento de que, “al colegio se va a estudiar y no a hacer política”. Un dato no menor es que la movilización del 6 de septiembre se realizo días después de que se cumpliera un mes de la desaparición de Santiago Maldonado. Durante el acto, el gobierno nacional reprimió a las personas que se movilizaron hasta Plaza de Mayo. A estas represiones y, al miedo que desde el estado y desde los medios hegemónicos se quiso instalar, los estudiantes respondieron con una fuerte presencia en las calles.
“Éramos tres mil pibes. Fue una de las marchas más grande que hicimos desde el 2012, (año que se tomaron 60 escuelas) y fue en respuesta a lo que había sido la represión en la marcha por Maldonado. Yo me preocupe porque en la marcha del 1 de septiembre (2017) estaba mi mamá, mis amigos. Por suerte no nos pasó nada, pero es muy fuerte estar marchando por la desaparición de un joven que se lo llevo la Gendarmería y, que el propio estado, te mande la cana para reprimirte, es una postura muy terrible”.
El asesinato de Natalia Grebenshikova y Nuria Couto
“Luego de lo que sucedió con nuestras compañeras se hizo presente en el colegio un grupo de psicólogos. Comenzaron a pasar por los cursos para decirnos ‘algo’, como obligados, digamos. Pero, ni siquiera tuvieron la cortesía de diferenciar en que curso estaban los amigos de Natalia, qué pasaba con la gente que la conocía, cómo influyo en ellos, que conversaban todos los días con ella. Fue patético lo que hicieron. Del Ministerio de Educación no vino nadie, no les importo”.
Nuria Couto había egresado de la escuela Manuel Belgrano en 2015, pero continuaba ligada al colegio trabajando en la librería. Natalia Grebenshikova, por su parte, estaba cursando el tercer año. Las dos adolescentes participaban activamente de las actividades del Centro de Estudiantes.
“En el 2016, después de las vacaciones de invierno, tomamos el colegio y Natalia (Couto) estuvo todos los días con nosotras. Ahí fue cuando la conocí mejor. Pintábamos carteles de Ni una Menos’ y ahora estamos levantando las banderas con su nombre”.
Uno de los reclamos del Movimiento Estudiantil, el más urgente, es que el Ministerio de Educación cree un protocolo para actuar en casos de violencia de género. En eso está trabajando la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB) junto a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Un protocolo que se base, fundamentalmente, en amparar a la víctima y no al victimario.
“Lo que está pasando ahora, en algunos colegios, es que se está resguardando a los abusadores en vez de cuidar a las chicas que fueron abusadas. Y eso pasa porque no hay un protocolo en el cual los directivos puedan conocer una serie de medidas para actuar en los casos de abusos. Esa información se las tiene que bajar el estado. Si es una institución pública, el estado se tiene que hacer cargo de lo que pasa adentro de las escuelas. Yo creo que no hay ni una sola escuela que no tenga un caso de abuso. Y si no lo tiene, es porque esa chica aún no está preparada para contarlo y mucho menos para denunciar a su abusador. Por suerte, cada día son más las que deciden no callar. Por ejemplo, las chicas de la Escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia fueron de las primeras en denunciar lo que estaba pasando en su colegio. Tres casos de abusos y violaciones por parte de estudiantes de la institución. La reacción del establecimiento, ante estas denuncias, fue el silencio y la persecución al Centro de Estudiantes por sacar a la luz el problema. También hicieron oídos sordos cuando nuestras compañeras pidieron ser separadas de su abusador. Esto pasa todos los días en muchos colegios. Las chicas que sufren abusos tienen que seguir cursando junto a su abusador.”
Luego de la valentía de las alumnas del colegio Rogelio Yrurtia que denunciaron y sacaron a la luz los abusos que sufrieron, otras chicas se animaron a contar lo que habían padecido. Las denuncias van desde un docente del colegio Liceo 9 que les hacía dar la ‘vueltita’ a sus alumnas para que aprueben o que les tocaba la pierna cuando estaban solos, hasta una denuncia de abuso sexual dentro del Colegio Nacional Buenos Aires. A partir de esta situación, dentro de uno de los colegios emblemáticos de la Ciudad de Buenos Aires, tanto el Centro de Estudiantes, la Comisión de Género y el Consejo de Convivencia se comprometieron y tomaron las medidas necesarias para la contención de la Víctima. Todo lo contrario hizo el rector Gustavo Zorzoli, que no respetó la decisión de la víctima, difundiendo por los medios de comunicación el hecho. El eje del discurso del rector fue que el abuso ocurrió durante la toma de la escuela y no durante las clases regulares, como si el caso pudiera ser atribuido a la protesta estudiantil. Otro caso se registró en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, donde un grupo de alumnas denunció a un estudiante del sexto año del colegio. Lo mismo hizo una alumna de la escuela María Claudia Falcone que denunció públicamente el abuso cometido por un alumno del colegio Nicolás Avellaneda.
Ante la falta de respuestas tomamos los colegios
El sábado 26 de agosto de 2017 en la fabrica recuperada IMPA, se llevó a cabo una reunión extraordinaria de la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB), donde se discutió un “plan de lucha” contra la reforma anti/educativa que desde el Ministerio de Educación, y, de manera inconsulta con la comunidad educativa, se intenta poner en marcha a partir del 2018. El proyecto denominado Secundaria del Futuro, dice, entre otras cosas, que el último año de cursada, los secundarios deberán reemplazar horas de estudios por horas de trabajo en entes privados. La nueva reforma, que impulsa la Ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, apunta, también, a separar las materias como en las escuelas primarias, por áreas, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, Matemática, etc. Y que cada una de esas áreas esté a cargo de parejas pedagógicas. De esta manera estarían sobrando materias porque, a lo que apunta la nueva reforma es juntar, por ejemplo, en Ciencias Sociales: historia, economía y geografía, dos profesores estarían dando más de dos materias, mientras que otros docentes que quedarían con horas libres, con grave daño salarial.
Los secundarios son conscientes de que, en caso de aplicarse esta reforma, el costo para los trabajadores en general va a ser muy alto ya que ellos, los estudiantes, ocuparían sus lugares como “mano de obra barata” bajo la figura encubierta de las “pasantías” que proponen desde el Ministerio de Educación.
“Cuando tuvimos reuniones en el ministerio nuestra preocupación era, además de la mano de obra barata y la flexibilización laboral que se busca con esta reforma, es qué pasa con las escuelas de arte. A mí no me pueden mandar a una fábrica si estoy estudiando en una escuela de arte, porque no tiene nada que ver con lo que hago. Y no me lo sabían responder. Y bueno, a algún museo para que hagan de secretarios, me dijeron. Y eso, qué tiene que ver con el arte. No tienen respuesta para darnos. Ante esa falta de respuesta a ese proyecto nefasto y, sobre todo, para exigir un Protocolo para actuar en casos de Violencia de género, por esos dos motivos, fundamentales, es que decidimos tomar las escuelas.”
El 28 de agosto de 2017, cerca de las 18, los estudiantes del colegio de Bellas Artes Manuel Belgrano decidieron, mediante una asamblea, tomar el colegio. La toma duró 26 días, hasta el 22 de septiembre. En los 26 días de toma los secundarios tuvieron tres asambleas diarias donde debatían las acciones a seguir y el funcionamiento de las “comisiones” encargadas de mantener el orden de la toma. La comisión de seguridad controlaba el ingreso y la salida de las personas mediante una planilla en la cual se pedía, nombre, apellido y número documento; la comisión de limpieza mantenía impecable el colegio. La escuela estuvo más limpia en lo que duró la toma que cuando tenemos clases normalmente. Por último, la comisión de cocina que al igual de lo que pasó con la de limpieza, logró que comiéramos mejor que cuando tenemos clases normalmente. Nadie se intoxico. Durante el año, por lo menos, tuvimos 10 casos de intoxicación por viandas en mal estado”.
– ¿Cómo fue la reacción de los estudiantes cuando en asamblea barajaron la posibilidad de tomar el colegio?
– Cuando dijimos todo lo que estaba pasando, los pibes enseguida dijeron hay que tomar el colegio. Hicimos todas las medidas de lucha posibles durante el año, nos reunimos con los que supuestamente ‘saben del tema’ y no tuvimos respuesta, cortamos la calle, elaboramos comunicados, de todo hicimos antes de tomar el colegio. Esto es urgente, no vamos a dejar que se muera otra compañera ni que nos lleven puestos con la reforma. Y a raíz de que se tomó la Belgrano, se tomaron más escuelas con la misma consigna. Llegamos a hacer 31 escuelas tomadas al mismo tiempo.
-¿Que reacción hubo de parte de los directivos?
– La directora nos denunció penalmente. Se excusó diciendo que, por protocolo, ella ‘tiene que dar aviso a la policía de que nosotros habíamos tomado el colegio. Pero, entre un aviso y una denuncia penal, hay un largo trecho. La denuncia fue por ‘ocupación y usurpación del espacio’.
– ¿Luego de la denuncia se acercó alguien del Gobierno de la Ciudad?
– Vino un fiscal a decirnos que si nosotros no levantábamos la toma él iba a tener que seguir con la causa y que podría llegar a terminar preso alguno de nosotros. Vino a meter miedo, claramente. Nosotros no estábamos asesorados, en ese momento. Le dijimos que nos diga todo lo que tenia para decirnos pero que nosotros no íbamos a hablar con él. Lo escuchamos y dijo que volvería en unos días. Volvió a la semana de esa primera visita. Esta vez nos asesoramos y lo esperamos en el salón de actos en el cual había 100 personas entre padres, alumnos y docentes. El fiscal y su asistente no sabían qué hacer. Venían a hacer lo mismo que la primera vez, a meternos miedo, pero esta vez no estábamos solos, estábamos preparados para que no nos pasen por arriba. Empieza a hablar el fiscal y resulta que no sabía ni el número de causa, ni el delito que estaba ingresado en la denuncia. Él pensó que se iba a encarar con un montón de pibitos y pibitas que no sabían que responderle y, al final, el que quedó como un ignorante fue él.
Policías en el colegio
El jueves 4 de mayo, alrededor de las 11, dos policías armados entraron al Colegio de Bellas Artes Manuel Belgrano.
– ¿Dónde estabas vos en ese momento?
– Estaba sentada muy cerca de la puerta, y -desde la puerta de mi aula- se ve la entrada del colegio. Los vi entrar, ¡estaban con los fierros en la cintura! Le dije a la profesora y enseguida me acompañó hasta la dirección donde ya estaban otros compañeros y compañeras del Centro de Estudiantes, desconcertados por lo que estaba pasado. Discutimos con la regente, no entendíamos por que los había dejado entrar. Estamos en una escuela, hay menores, y estos tipos entraron como si nada, con el arma en la cintura. La directora se metió con ellos en la dirección. No sabíamos que estaba pasando.
– ¿Luego de estar reunida con los policías que explicación les dio la directora?
-La explicación fue que habían ido a llevar un fallo judicial. Pero, teniendo en cuenta lo que había pasado en otros colegios en donde la policía apretó a pibes, no tenemos dudas que fueron para meter miedo. Siempre lo hicieron, pero no tanto como lo están haciendo ahora.
Durante el 2017 la CEB denunció públicamente varios casos de intimidación policial dentro de las escuelas. En todos estos casos los policías repitieron el mismo procedimiento para ingresar a los establecimientos. Las excusas van desde conflictos internos a un pedido para “pasar al baño para hacer pis”, pero que siempre terminan con los uniformados interrogando a estudiantes y directivos sobre el activismo político dentro del colegio. Esta situación la padecieron alumnos de la Técnica 27, Técnica 35, Mariano Acosta, Bellas Artes Manuel Belgrano, Rogelio Yrurtia, Escuela de Cerámica N ° 1 y el Mariano Moreno, entre otros.
Un claro ejemplo de la violencia que sufren los estudiantes secundarios por parte de las distintas fuerzas de seguridad, no sólo en la Ciudad de Buenos Aires sino en varios puntos del país donde se registraron hechos de maltrato, persecución e intimidación por parte de policías o gendarmes.
Dos semanas después del ataque a Natalia Grebenshikova y Nuria Couto, la Gendarmería subió a un auto a dos estudiantes del colegio Normal 5, ubicado a diez cuadras de la Belgrano. Los hicieron bajar en una fábrica de la zona y comenzaron a tirarles tiros al lado de sus oídos con la intención de que los chicos quedaran sordos. Luego de torturarlos, con esta metodología, los volvieron a subir a un auto y los abandonan en un descampado. Los gendarmes le gritaban que corran y mientras los chicos corrían, tiraban tiros al aire para asustarlos.
– ¿Qué medidas tomaron luego de este hecho?
– Hicimos un corte de calle entre la Belgrano y el Normal 5. Por lo de Natalia y Nuria y por lo de los dos compañeros.
– ¿A qué crees que apuntan con estas persecuciones y, en varios hechos, hasta con la violencia física y la tortura?
– Ya no podemos hablar solo de persecución a los militantes del secundario. Esto ya es contra la juventud. Todo el tiempo nos persiguen y nos atacan. Si te va mal en la escuela pero querés salir a pelear para exigir viandas en buen estado, no podés porque sos mal estudiante, si tomás la escuela es porque no querés estudiar, si fumás es porque sos una drogadicta, todo el tiempo es persecución a los jóvenes. Están intentando matar cada vez más ese bichito solidario que tienen los jóvenes. Darío Santillán que se quedó con Maxi (Kosteki) ahí aunque le haya costado la vida, se quedó porque era un flaco solidario. Y eso es lo que quieren matar. A eso apuntan.
La Belgrano
“Entre al colegio en el 2015 y al segundo día de clase pasaron los chicos del Centro de Estudiantes convocando a la marcha del 24 de marzo. En la Belgrano el Centro de estudiantes es horizontal no tenemos ni presidente ni presidenta. Todo se decide mediante asambleas, no hay jerarquías. Todos tienen el mismo poder de decisión.
“Yo siempre había ido con mi mamá, nunca había participado de una marcha con un movimiento, de manera organizada. Le conté a mi mamá y me dijo que me acompañaba. Esa fue mi primer marcha con la Belgrano, con mi mamá al lado”. Se ríe Abril y recuerda que se anoto en un colegio con orientación a las artes luego de ver pintar a un grupo de alumnos de ese colegio un mural en la entrada donde ella hoy hace el programa de radio. Ese fue un incentivo, el otro, el más importante y que la llena de orgullo, es por influencia de su abuelo, Osvaldo Antonio Torta, historietista y militante popular que fue inmortalizado por su comic Chatarra, un compañero. Las paredes donde Abril pasa largas tardes preparando su programa o participando de actividades tienen pintadas las historietas de su abuelo.
Él hacia historietas con contenidos políticos. Era peronista y durante la dictadura tenía que romper sus dibujos y tirarlos por el inodoro. Yo soy fanática de mi abuelo, hacía historietas increíbles”.
-¿Él sabía que vos te ibas a anotar en un colegio de Bellas Artes por influencia de él? —le pregunto luego de ver en sus ojos la emoción que le produjo recordar a su abuelo.
–Sí, porque ya lo tenía claro antes de que él muera. Así que si, él dejo este mundo sabiendo que yo iba a seguir vinculada al arte.