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Senegaleses: la represión de cada día

11.1.2020

Ciudad de Buenos Aires. Jueves 9 de enero. Otra vez el barrio de Once amanece militarizado. Un colectivo, cinco camionetas, más de 100 efectivos policiales, y otros tantos inspectores del Ministerio de Ambiente y «Espacio Público» de la Ciudad. Casi nadie puede vender. Muchos y muchas deciden irse. Ibra, un muchacho senegalés que hace poco llegó a Argentina, se queda. Junto a sus compañeros, se va moviendo a medida que la policía e inspectores los corren para robarles la mercadería. Cuando parece que todo está en calma, es porque comienza la razzia.

Entre motos, golpes y encerronas, agarran a Ibra y hacen que este se golpee contra un poste de luz. El impacto se escucha, se siente doloroso. El joven alto y fuerte, cae como una pluma y se desploma. No puede levantarse. Se marea. Se le doblan las piernas. Amigos llegan a socorrerlo. Que se calme, que se siente, le dicen para calmarlo. Piden agua para mojarle la cabeza y bajarle la inflamación. En su cabeza, el chichón avanza y crece en tamaño.
Mientras esperan la llegada del SAME, los policías arman un cordón. No quieren que nadie vea mucho. «Es solo gente que está laburando», grita un vecino que paseaba a su perro. La ambulancia llega sospechosamente rápido. Los «paramédicos» bajan y hablan primero con la policía. «Se golpeó con el poste cuando intentaba llevarse la mercadería», le dice uno de los policías a la chica del SAME. Sin siquiera intentar tocar a Ibra, le dicen a sus compañeros que lo paren, que lo lleven a la ambulancia. Sin cuello y sin camilla, luego de haber sufrido daño en la cabeza y el cuello. Quizás el SAME olvidó primeros auxilios básicos. O quizás trabajan con la policía.
Ibra logra subirse a la ambulancia con ayuda de sus compañeros. Un civil que parece policía y también lo es intenta hablar con el paramédico. Insiste con su versión: que Ibra «se lastimó solo». Los chicos le dicen que no habla con la verdad, que se lastimó porque él lo perseguía y lo agarró. Pero no importa. La policía y los inspectores ya consiguieron lo que querían: que la mercadería quede bajo llave en la camioneta.

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